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WR 191: Qué hacer cuando un proyecto se acaba

Cerrar la carpeta y ya está. ¿No?

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5 aprendizajes que te llevas de este episodio:

  • Importancia de reconocer el cierre emocional en la finalización de proyectos.
  • Valor de la retrospectiva para extraer lecciones de errores y éxitos.
  • Relevancia de la comunicación y feedback en equipos colaborativos.
  • Evaluación del tiempo y el esfuerzo invertido para mejorar procesos.
  • Uso de la narrativa personal como herramienta para la reinvención y crecimiento profesional.

El cierre y la recompensa: reflexiones sobre finalizar proyectos

La experiencia de terminar un proyecto no es tanto acerca del resultado final, sino de lo que sucede en el trayecto para lograrlo. Existe una sensación peculiar al alcanzar el punto en que se da el último empujón, el instante en que se puede decir “acabado”, aun cuando la mente sabe que siempre quedarán pendientes y mejoras por hacer. El acto de cerrar un proyecto, por pequeño o grande que sea, implica una transformación interna: se pasa de la tensión del ciclo de trabajo a la recompensa de haber superado un desafío. Esa sensación es, a la vez, un recordatorio de lo que implica trabajar de forma autónoma y en equipo, y un incentivo para no quedarse atrapado en el reflejo de los errores y de las dificultades.

Terminar un proyecto: la satisfacción del punto final

En el transitar del proceso creativo y productivo se descubre que “poner un punto final” es tanto un acto técnico como emocional. Completar un proyecto, ya sea una aplicación web, un módulo de código o un sistema entero, trae consigo el alivio inmediato de dejar atrás una parte de la incertidumbre. Se convierten en hitos los momentos en los que se graba un vídeo o se organiza aquella imagen de un pizarrón con post-it, que marcaban la etapa anterior a la solucionada. Tal como se mencionó en una ocasión:
“hasta lo he grabado en vídeo y digo, bueno, esto a lo mejor para que quede para la posteridad.”

Esta declaración, tomada directamente de una conversación franca, encapsula la paradoja de la finalización: la satisfacción de haber culminado algo, aún mientras se es consciente de que otros errores y desafíos aparecerán en el siguiente paso. Es en este punto donde resulta fundamental reconocer la dualidad de nuestros logros. Por un lado, tenemos la oportunidad de celebrar, y por otro, la necesidad de aprender de aquello que quedó imperfecto.

Entre los retos de dar este paso se encuentran:

  • La presión del entorno, ya sea interna o externa, que insista en que siempre hay algo más que hacer.
  • La costumbre de olvidarse rápidamente de las lecciones aprendidas cuando se pasa a lo siguiente.
  • La tendencia a basar la retroalimentación y el aprendizaje únicamente en los errores, dejando de lado aquellos aspectos en los que se obtuvo éxito.

Acabar un proyecto no es simplemente archivar archivos o hacer clic en “deploy”; es también el punto en el que la experiencia queda disponible como una lección, lista para ser analizada y asimilada a futuro.

Retrospectivas: aprender tanto de lo bueno como de lo malo

Reflexionar sobre lo sucedido resulta ser una herramienta poderosa para cualquier desarrollador o creador. Sin embargo, en la práctica, muchas veces se recurre a la “desmemoria” como un mecanismo de recompensa – olvidar el proyecto, borrar el correo del gerente o simplemente ignorar ese pozo de dificultades que quedan en el pasado. Quizá es una respuesta automática a la fatiga, o simplemente una forma de evadir el aprendizaje profundo.

La retrospectiva se presenta, en esencia, como una narrativa dividida en dos planos fundamentales:

  • Identificar los errores y los puntos de mejora, reconociendo tanto lo que no funcionó como las causas subyacentes de esos fallos.
  • Reconocer y celebrar lo que se hizo bien, las decisiones acertadas y las iniciativas que merecen ser repetidas en el futuro.

La dificultad de hacer una retrospección completa reside en la dinámica de la comunicación. Es sencillo apuntar con el dedo a lo malo cuando la crítica se realiza en un contexto desigual; difícil es abrirse a admitir que se cometieron errores en un ambiente de presión o en el que la relación entre personas no es equitativa. No obstante, la verdadera retroalimentación – aquella que nos permite crecer – no se limita a una crítica punitiva, sino que se basa en encontrar un equilibrio, en extraer al menos tres lecciones de cada experiencia vivida:

  • Una lección sobre lo que se debe evitar o mejorar.
  • Una lección sobre las fortalezas que se pueden potenciar.
  • Una reflexión sobre cómo integrar esos aprendizajes en futuros proyectos.

Esta práctica, además de favorecer el crecimiento profesional, tiene un componente muy personal. Se convierte en la base para construir una narrativa interior que permita reconocer que cada error y cada acierto forman parte del proceso vital de construcción de conocimientos y habilidades.

La comunicación, el feedback y el valor del análisis en equipo

La construcción de proyectos, especialmente los de índole tecnológica, es un proceso colaborativo en el que la comunicación efectiva resulta indispensable. Se tiende a obstaculizar el aprendizaje cuando el intercambio de ideas se ve limitado por estructuras jerárquicas o por el miedo a equivocarse. En un ambiente donde el liderazgo exige resultados sin reconocer el esfuerzo y la complejidad detrás de cada proceso, el análisis financiero y crítico se torna casi imposible. El recibir retroalimentación en forma de “tienes que terminar esto” puede ser desalentador, pero también es la oportunidad de replantearse la manera en la que se organiza el trabajo.

Algunos aspectos clave para mejorar la comunicación y el feedback en proyectos incluyen:

  • Establecer un ambiente de iguales en el que cada miembro se sienta seguro al expresar sus inquietudes.
  • Utilizar herramientas y metodologías de retrospectiva que permitan una evaluación sistemática, tanto de errores como de logros.
  • Fomentar la transparencia en el proceso, para que cualquier señal de alerta se transforme en una oportunidad de aprendizaje en lugar de convertirse en un motivo de frustración.

Aceptarlo y enfrentarlo implica reconocer que las fallas no son un reflejo definitivo de la capacidad, sino elementos constitutivos del progreso personal y grupal. Una buena comunicación permite identificar aquellos momentos en los que se “mete la pata”, evitando que la acumulación de errores se convierta en una carga negativa demasiado pesada.

Desmitificando la recompensa de olvidar

Existe una tendencia a recompensarse a corto plazo olvidando rápidamente lo que se ha vivido en un proyecto. Esto se traduce en sentir alivio al no tener que lidiar con correos o mensajes recordatorios, en disfrutar del descanso sin mirar hacia atrás. Sin embargo, esta forma de “olvidar” es un arma de doble filo: en el intento de liberar al equipo de cargas emocionales inmediatas, se corre el riesgo de perder muchas de las lecciones que ofreciendo la experiencia.

De hecho, el olvido a menudo favorece la acumulación de experiencias negativas, ya que sólo se conservan en la memoria las frustraciones, mientras que las bondades o mejoras pasan desapercibidas. Adoptar una actitud analítica y narrativa, a modo de “montar una película” sobre lo ocurrido, resulta en una herramienta valiosa para consolidar aprendizajes y reconocer los logros. Se trata de transformar el análisis en una historia donde los personajes – los protagonistas del proyecto – son retratados añadiendo capas de significado que trascienden la simple ejecución técnica.

Concretamente, se pueden seguir estos pasos para elaborar una narrativa constructiva tras el cierre de un proyecto:

  • Recuenta de forma bloque por bloque lo acontecido, identificando el inicio, el conflicto y la resolución.
  • Asigna roles a los participantes, identificando quiénes fueron los “héroes” y quiénes las barreras o “villanos” en cada fase del proceso.
  • Reflexiona sobre cuáles fueron los momentos de acierto y en qué instantes se cometieron errores que se pueden evitar en el futuro.

Adoptar este enfoque permite ver el proyecto no solo como un conjunto débil de resultados técnicos, sino como una historia de crecimiento personal y profesional. Es un recurso para separar la realidad y obtener distanciamiento, lo que facilita el aprendizaje de una experiencia compleja.

La importancia de medir el tiempo y la inversión personal

Otro aspecto crucial al finalizar un proyecto es la evaluación personal del esfuerzo invertido. Medir el tiempo invertido no es una mera cuestión administrativa, sino una forma de reflexionar sobre la productividad y sobre la manera en que se distribuyen prioridades en el día a día.

Algunas preguntas fundamentales son:

  • ¿Cuántas horas me llevó completar este proceso?
  • ¿Están las horas invertidas alineadas con los resultados obtenidos?
  • ¿Qué elementos de la jornada requieren ajustes para el futuro?

Responder estas preguntas ayuda a identificar si se ha trabajado de manera eficiente o si, por el contrario, se han producido desvíos por factores personales o técnicos. En ocasiones, la falta de lectura de la documentación completa o la precisión en la ejecución se deben a distracciones o a costumbres mal arraigadas en la rutina. La autoevaluación sistemática sobre el tiempo invertido invita a reconocer la necesidad de cambios y a adoptar mejores prácticas para la próxima aventura.

El aprendizaje continuo y la reinvención

Terminar un proyecto no significa detener el crecimiento. Cerrar una etapa es a su vez abrir la posibilidad de comenzar algo nuevo. La continuidad en el desarrollo profesional se basa en la capacidad para aprender de cada experiencia. Es una paradoja que la finalización nos ofrezca, de un lado, la oportunidad para celebrar la recompensa en el corto plazo – como se recuerda, “la recompensa en los proyectos la más a corto plazo es el olvidarte del proyecto” – y del otro, nos empuje a reconstruir, a replantear y a evolucionar.

Entre los aprendizajes más sólidos que se pueden extraer están:

  • La necesidad de un análisis honesto y profundo en todos los proyectos, ya sean pequeños o de gran envergadura.
  • La virtud de reconocer tanto los aciertos como los errores, sin quedarse atrapado en ninguno de los dos extremos.
  • La importancia de construir una historia personal y profesional que, a través del tiempo, permita ver el crecimiento de forma concreta.

Este proceso de cierre y retroalimentación se convierte en el fundamento del desarrollo continuo. No es la culminación, sino la preparación del terreno para futuras iniciativas. Es así que cada “proyecto terminado” debe servir no solo para marcar una victoria, sino para abrir nuevos horizontes y nuevos aprendizajes.

En búsqueda del equilibrio

El equilibrio entre terminar y aprender es una tarea constante. Cada proyecto es un universo en sí mismo, donde la mezcla de éxitos y errores define el próximo paso. En este sentido, es vital:

  • Aceptar que los errores forman parte esencial del crecimiento.
  • Reconocer que el éxito no se mide simplemente por el resultado final, sino por la capacidad de reconstruir y mejorar.
  • Entender que la comunicación y la retroalimentación, cuando se hacen de manera respetuosa y equilibrada, son las claves para convertir los tropiezos en lecciones duraderas.

Aunque el mundo de la tecnología a menudo insista en el próximo sprint, en la siguiente entrega, es fundamental detenerse a analizar y realmente absorber lo vivido. El esfuerzo de elaborar retrospectivas no solo mejora el producto o la aplicación, sino que también enriquece el bagaje humano, permitiendo un mayor dominio de uno mismo.

El proceso de cerrar un proyecto y reflexionar sobre él es un ejercicio que fortalece tanto al individuo como al equipo. La capacidad de hacer un balance honesto y eficaz de lo que se vivió y de lo que se logró es la base para construir futuros proyectos más sólidos y gratificantes.

Reinventando la narrativa personal

Finalmente, la reinvención se encuentra en la narración misma. Al contar la historia de un proyecto, se permite que la experiencia se transforme en una herramienta de autoconocimiento y superación. Convertir en “película” lo sucedido, poniendo en escena a los personajes – los héroes, los retos, los momentos decisivos – no es un acto de fantasía, sino una estrategia real para extraer aprendizajes profundos. Esta metodología narrativa ayuda a separar la emoción del proceso, a bajar la intensidad y a ver cada experiencia desde una perspectiva más amplia y constructiva.

Es un ejercicio sencillo pero poderoso: detente unos minutos, relájate y cuenta la historia de tu proyecto. No tiene que ser elaborado, tan solo sincero. Son esos momentos de reflexión los que permiten identificar las tres áreas fundamentales a mejorar y, al mismo tiempo, reconocer las tres acciones o decisiones acertadas que merecen ser reiteradas.

La combinación de análisis retrospectivo y narración personal se traduce en una herramienta de mejora continua que no solo enriquece el trabajo profesional, sino que también fortalece la relación con uno mismo. La capacidad de reconocer la propia evolución es, al final, la máxima recompensa.


En cada cierre se esconde la semilla del futuro. El proceso de analizar, ajustar y celebrar lo aprendido es el verdadero motor del progreso en cualquier disciplina. La práctica de la retrospectiva, conducida con honestidad y apertura, permite transformar cada experiencia en un paso firme hacia nuevas metas. Así, cada “proyecto terminado” no es un final sino simplemente el cierre de un capítulo que da paso a la siguiente historia por escribir.

La experiencia de finalizar algo y luego sentarse a reflexionar sobre ello es una disciplina intelectual y emocional que todo desarrollador, y en realidad todo profesional, debería cultivar. No se trata solo de ganar horas de descanso o de borrar registros en la bandeja de entrada, sino de reconocer que en cada “acabado” hay un aprendizaje que, si se captura y se analiza, puede ser la clave para enfrentar con éxito los nuevos desafíos que, inevitablemente, llegarán.

Cada acción, cada error, cada éxito, se suma a un aprendizaje acumulado que es vital para el crecimiento. La verdadera recompensa está en ese equilibrio entre lo que se celebra y lo que se aprende: una dinámica en la que cada proyecto finalizado sienta las bases para uno nuevo, más sólido y mejor organizado.

El viaje de la mejora continúa al siguiente desafío, con la convicción de que la sabiduría se adquiere no en el resultado final, sino en la suma de las experiencias de cada paso dado.

Cerrar la carpeta y ya está.

¿No?

No, para nada. Al menos no siempre.

Hay que buscar algo más y eso es lo que trato de contarte en este episodio.

El proyecto que he terminado es el que puedes encontrar en la portada de danielprimo.io.

Quiero regalarte un minipodcast personalizado.

Elige una opción (más tarde podrás elegir las otras) y adéntrate en una aventura por email en la que descubrirás algo potente en ti.

¡Nos escuchamos el próximo martes!

PD: El próximo domingo, otra selección de los mejores recursos de programación y desarrollo. Apúntate gratis a la 🧨 newsletter de Web Reactiva.

Escrito por:

Imagen de Daniel Primo

Daniel Primo

CEO en pantuflas de Web Reactiva. Programador y formador en tecnologías que cambian el mundo y a las personas. Activo en linkedin, en substack y canal @webreactiva en telegram
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