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WR 210: Cómo organizo mis proyectos

El próximo sábado 9 de octubre habrá cambios gordos.

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5 aprendizajes que te llevas de este episodio:

  • La organización como herramienta para extraer ideas y mejorar la productividad.
  • Estructuración de proyectos mediante carpetas, etiquetas, y subcarpetas.
  • Importancia de mantener una nomenclatura consistente en todos los proyectos.
  • Uso integrado de herramientas tecnológicas para gestionar tareas y flujos de trabajo.
  • Flexibilidad y evolución continua como base para el crecimiento profesional.

Cómo organizar tus proyectos sin perder la claridad

La organización es el arte de poner en orden lo complejo. Nos enfrentamos a cientos de ideas, códigos en desarrollo y un sinfín de tareas pendientes; sin embargo, la clave está en estructurar el caos para que cada elemento encuentre su lugar. La práctica diaria, a lo largo de años de trabajar con clientes, proyectos personales y colaboraciones en comunidad, nos enseña que la organización no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para alcanzar una mayor eficiencia y satisfacción. Este ensayo se sumerge en la experiencia de transformar la manera en que gestionamos nuestros proyectos, señalando estrategias, lecciones aprendidas y, sobre todo, la importancia de adoptar un sistema que se adapte a la evolución de nuestro trabajo.

La estructura como herramienta de descubrimiento

Cada vez que intentamos ordenar nuestras ideas, terminamos descubriendo aspectos ocultos de nuestro pensamiento. La acción de clasificar, etiquetar y archivar información actúa, en cierto modo, como una especie de autoexamen. Al poner en palabras y en carpetas aquello que manejamos diariamente, emergen nuevas ideas, se aclaran conceptos y se refuerza la memoria operativa. Este proceso –similar a la escritura que nos exige hacer nuestras ideas precisas– es fundamental para cualquier desarrollador o profesional creativo.

La organización de proyectos no es una receta fija; es un proceso evolutivo. Durante la etapa en la que se trabaja con múltiples clientes, la estructura se impone como una necesidad urgente. Durante aquellos años, la estrategia consistía en:

  • Crear carpetas por cliente, asignándole un nombre que perdurara en cada instancia del proyecto.
  • Utilizar etiquetas y filtros en el correo electrónico para identificar y seguir el rastro de conversaciones y documentos.
  • Compartir documentos esenciales en la nube para evitar los temidos riesgos de perder información en discos duros.

La experiencia enseña que, al principio, gestionar todo en una sola carpeta –por ejemplo, “clienteX”– puede resultar suficiente, pero a medida que el número de proyectos crece, se precisa una segmentación más pormenorizada.

De la gestión por cliente a la organización contextual

El salto de trabajar con numerosos clientes a gestionar proyectos personales más ambiciosos supone un cambio paradigmático. Cuando la cantidad de encargos disminuye, pero el volumen y la profundidad de cada proyecto aumentan, la organización debe adaptarse a estos nuevos parámetros. Una estrategia que se impone es la división por contextos. En este enfoque, se trasciende la relación directa con el cliente y se organiza el trabajo de forma transversal, basada en el uso del código, el entorno y la función del proyecto.

Herramientas y prácticas en la organización contemporánea

A lo largo de este proceso, se pueden identificar varias herramientas y técnicas que facilitan la tarea:

  • Carpeta “Lab”:
    Un espacio donde se agrupan pruebas, experimentos y códigos de uso transitorio, permitiendo iterar sin afectar la estructura principal del trabajo.
  • Carpeta “Live”:
    Espacio dedicado a resultados de desarrollos en directo, donde el código es compartido y se actualiza de manera continua.
  • Carpeta de producción:
    Un lugar sólido y definido para los proyectos en marcha o listos para ser desplegados, que preserva la coherencia en términos de nombres, rutas y versiones.

La experiencia acumulada indica que utilizar subcarpetas es la decisión más acertada. “Las subcarpetas son gratuitas”, podría afirmarse, porque no representan un coste adicional del sistema y permiten segmentar cada rincón del trabajo. Es una metáfora de la vida profesional: el esfuerzo de estructurar, clasificar y dividir en partes manejables es, en última instancia, una inversión en tranquilidad y eficiencia.

La consistencia en la nomenclatura

Una práctica que ha demostrado ser esencial es mantener la coherencia en el nombre de cada proyecto. Al utilizar nombres fijos a lo largo del tiempo, se establece una referencia inamovible que simplifica búsquedas, revisiones históricas y la integración de código en repositorios. La experiencia profesional nos impulsa a descubrir que, a veces, el nombre de un proyecto puede ser incluso un juego o una combinación creativa, siempre y cuando se mantenga la constancia en su utilización.

Algunos aspectos clave son:

  • Evitar cambiar el nombre del cliente o proyecto en cada nuevo encargo.
  • Utilizar guiones o separadores específicos (por ejemplo, “snake_case”) para mantener la integridad en la nomenclatura.
  • Registrar y documentar la lógica detrás de cada nombre para evitar confusiones en el futuro.

Incluso el hecho de buscar inspiración en otros idiomas, como el italiano, puede transformar la percepción de lo que podría parecer una simple etiqueta en una marca con solera. El nombre se convierte en una especie de ancla que siempre regresa al mismo significado, evitando la ambigüedad que se puede dar cuando se manejan múltiples proyectos simultáneos.

La integración de nuevas herramientas

La evolución de la tecnología trae consigo la necesidad de mantenernos actualizados con herramientas que optimicen la gestión de los proyectos. Aunque muchas veces se empieza con soluciones rudimentarias –como el uso de Google Drive para compartir documentos o Thunderbird para filtrar correos–, la experiencia exige migrar a sistemas integrados que permitan:

  • La coordinación de tareas en paneles visuales (por ejemplo, mediante tableros Kanban).
  • La integración de funciones de seguimiento, diagramas de Gantt y vistas de calendario para una planificación global.
  • La sincronización entre el código y el flujo de trabajo, aprovechando las funcionalidades de repositorios y pull requests en plataformas como GitHub o GitLab.

La búsqueda de dicha integración ha llevado a experimentar con alternativas emergentes, que prometen no solo replicar lo que se hace en herramientas tradicionales, sino ampliar sus funcionalidades. La diversidad de enfoques es, en esencia, un reflejo de la necesidad de dar solución a problemas puntuales mediante herramientas que abracen la multidimensionalidad del trabajo diario.

Descubriendo la flexibilidad en el desarrollo de proyectos

Muchas veces, el cambio de paradigma en la organización se produce cuando se deja de ver el proyecto desde el lente de un cliente individual y se adopta una perspectiva más global. Esta visión se traduce en dividir el trabajo tanto por stack tecnológico como por uso final, lo que facilita enormemente la adaptación a contextos cambiantes y la posibilidad de que el mismo entorno sirva para múltiples propósitos.

Entre las ventajas de este nuevo enfoque se destacan:

  • La posibilidad de trabajar en solitario sin perder la perspectiva del conjunto de proyectos.
  • Una mayor flexibilidad que permite reordenar prioridades en función del entorno tecnológico que se utilice (por ejemplo, trabajar en local versus utilizar Docker para configuraciones más complejas).
  • La facilidad de incorporar pruebas y experimentos, gracias a la existencia de un “laboratorio” interno donde cada línea de código puede ser analizada sin renunciar a la coherencia del sistema global.

El hecho de reconocer estas diferencias nos impulsa a reinventar nuestra manera de organizar, adaptándonos a la transformación constante del entorno tecnológico y a la dinámica cambiante de los proyectos.

El valor humanista en la organización

Más allá de la tecnología, lo que resalta es que la organización es, ante todo, una cuestión de personas. Poner en práctica un sistema que permita gestionar proyectos con transparencia y claridad implica reconocer las limitaciones de la mente humana y el constante esfuerzo por simplificar la complejidad. Esa es la esencia de tener “todo en casa”, de saber que cada parte del código, cada nota o tarea está en su lugar y puede ser encontrada sin esfuerzo.

En muchos momentos se escucha la frase en tono irónico: “Flipate o te reviento”. Es una expresión coloquial que, en un contexto más profundo, nos recuerda que la presión del caos y la multiplicidad de tareas pueden llevarnos al límite, pero que la organización es la respuesta para evitar ese colapso. Se trata de responder de forma clara y sin ambigüedades a la pregunta que nos hacemos una y otra vez: ¿cómo podemos organizar nuestros proyectos de modo que, ante el inevitable caos, podamos retomar el control y seguir avanzando?

Esta filosofía se traduce en la necesidad de que cada profesional adapte sus prácticas a su realidad, entendiendo que:

  • La organización es personal y debe reflejar las prioridades y formas de trabajar de cada uno.
  • Los métodos tradicionales pueden necesitar adaptaciones para cumplir con los nuevos desafíos diarios.
  • La flexibilidad y la humildad para revisar y cambiar nuestro propio sistema son virtudes esenciales en el mundo del desarrollo.

Un camino en constante evolución

No existe una fórmula mágica que se aplique a todos los casos. La experiencia acumulada es la que indica que, en la práctica, gestionar proyectos es un camino en constante evolución. Cada nueva herramienta, cada error y cada acierto forma parte de un aprendizaje continuo que se refleja en la manera de organizar nuestro trabajo.

Entre las lecciones aprendidas se destacan:

  • La importancia de utilizar entornos seguros, como la nube, para disminuir riesgos y alojar información vital.
  • La ventaja de estructurar el trabajo en niveles, desde pruebas hasta producción, lo que permite separar experimentación de resultados definitivos.
  • La necesidad de mantener la coherencia en la identidad de cada proyecto, de modo que el mismo nombre sea una constante a lo largo de todas las fases.

Establecer reglas y estructuras puede parecer una carga al inicio, pero se convierte en liberador. Es la ocasión de despojarse del torbellino de ideas caóticas y dejar espacio para la creatividad, sabiendo que cada elemento tiene su lugar. Tal como escribir sobre un tema nos obliga a clarificar nuestras ideas, organizar los proyectos nos obliga a pensar en la forma en que podemos extraer lo mejor de nosotros mismos y convertir ese potencial en resultados concretos.

Reflexión final

La experiencia de transformar la manera de organizar proyectos demuestra que no se trata solo de una cuestión técnica, sino de un ejercicio vital de autoconocimiento. Independientemente de si trabajamos para grandes clientes, en entornos colaborativos o por cuenta propia, la organización se presenta como un mecanismo para descubrir aquello que, en el fondo, forma parte de nuestro proceso creativo.

Adoptar un sistema de organización no implica adherirse a una receta rígida; es, más bien, un camino de experimentación y ajuste continuo. La clave reside en dejarse sorprender, en tener la humildad para mejorar lo que se hace hoy con la meta de que mañana sea mejor. Este proceso de ordenación y reordenación constante es, en cierto modo, el reflejo de la vida misma, donde siempre existen nuevas variables y desafíos en el horizonte.

Y recordando aquella expresión directa y sin tapujos: “Flipate o te reviento”, se hace evidente que la lucha contra el caos es un compromiso diario, una invitación a liberarse del desorden para alcanzar una mayor claridad en cada línea de código y en cada idea plasmada.

Organiza, revisa y adáptate. Esa es la esencia de un proyecto bien gestionado, y la base sobre la que, día a día, se construyen mejores formas de trabajar, aprender y, en última instancia, crecer profesionalmente.

Una pregunta anónima llega hoy al podcast. Alguien tenía curiosidad por saber “cómo origanzas tus proyectos”.

No dejó ningún dato más, ninguna descripción.

Así que me he puesto a recordar cómo lo hacia antes cuando tenía 10 o 15 proyectos a la vez y cómo lo hago ahora.

Pero antes, un aviso gordo:

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La clave

Aunque lo detallo todo en el episodio para mi ahora mismo la clave de la organización está en la nomenclatura.

Llamar a las cosas por su nombre, siempre el mismo.

Igual que tú te llamas Juan y María y lo eres siempre. Los proyectos tienen que estár identificados de una forma unívoca.

Es que así no hay que pensar “dónde lo puse” o “cómo se llamaba”.

Y además, con lo lista que es la IA, seguro que en breve ya sabe cómo organizarte todo solo con un nombre.

¡Nos escuchamos el próximo martes!

Escrito por:

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Daniel Primo

CEO en pantuflas de Web Reactiva. Programador y formador en tecnologías que cambian el mundo y a las personas. Activo en linkedin, en substack y canal @webreactiva en telegram
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